En nuestro anterior artículo, apuntábamos que los liderazgos públicos deben atender a su capacidad de hacer aflorar un nueva forma de gobernanza democrática que, entendida como una articulación de contextos y procesos, integre un estilo más dialogante, modesto, elástico y solícito a la diversidad social.

En este sentido, en una reciente conferencia dictada en una universidad chilena, el director de nuestra firma desplegó esta idea a partir de lo que algunos han acuñado como el modelo relacional de acción pública.

Actualmente, el espacio público está habitado por una gran diversidad de actores y, por consiguiente, ya no es posible continuar ejerciendo durante más tiempo la antigua función del mero control autoritario a través de formas de gobierno y liderazgo tradicionales, sino que deben explorarse otras vías menos directivas, centralizadas, jerárquicas y autoritarias, que se acomoden a los nuevos tiempos que vivimos.

Esto significa que los liderazgos públicos deben ser gestores de las interdependencias de la red y promover espacios de deliberación, abordando varios aspectos que tienen que ver con la coordinación y la mediación de los sistemas sociales:

a) construir redes de geometría variable: nuevas formas relacionales y cooperativas que tengan la capacidad de integrar, coordinar e institucionalizar armónicamente las estrategias y los objetivos de los diferentes actores que protagonizan la acción colectiva.

b) innovar a través de nuevos arreglos institucionales: desplegar nuevas formas de gobernanza multinivel y relacional que generen valor en el sector público, a través de la negociación, la apertura a nuevos actores, la deliberación, la emprendeduría social.

c) poner en marcha mecanismos de coordinación-concertación y de evaluación-optimización: asegurar la coherencia, el consenso y la coordinación de los conocimientos, competencias e intervenciones de los diferentes actores.

Si bien podemos estar de acuerdo en torno a este diagnóstico inicial que plantea un nuevo modelo de acción pública, en el siguiente artículo abordaremos lo que aquí consideramos una cuestión capital: ¿desde qué tipo de liderazgo respondemos a este nuevo contexto complejo?

Independientemente de la respuesta que acordemos como válida y del ruido de tipologías existentes hoy día, ya avanzamos que las fórmulas del éxito del pasado son la semilla de la decadencia de hoy. Y, por lo tanto, los nuevos tiempos exigen algo más que teorías.

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